Errante entre
noches frías de cálido mar sin amor
Recuerdo que era de noche, no
había frio. Él simplemente lo estaba. No tenía miedos, pero sólo uno le bailaba
en la cabeza. Pasó mucho tiempo, y cuando abrió los ojos se enteró que ya lo habían
olvidado. Lo penoso es que aduras penas solo siente meses y unas pocas horas
pasaron. Ya no tenía chances y su miedo se apoderó de su mente, su cuerpo, su
corazón en sí. Cada pensamiento bailaba con el “bum” de su acelerado corazón.
Nunca caminaba por la luz desde aquella noche que lo ultimaron a palabras frías;
se dio cuenta que noctambuleaba, ya no jironeaba. Simplemente ya no estaba.
Cada paso presuroso, se acompañaba
de una triste mirada. Alguien lo seguía y él lo sabía. Ya no caminaba
sonriente; se escondía. Andaba de murmuro en murmuro, nada claro el veía. Pero aun
así estaba convencido de que sí sentía. No sabía frenar su miedo; pero tampoco
quería matar su sueño. Ahí aparece un alma mala, de rostro angelical y tiernas
palabras. Con la mirada perdida le dijo una vez lo encontró: “te lo dije, nunca
te amé, nadie te amo y así quedarás muerto, lleno de miedos y falsas
ilusiones”. Su cuerpo tembloroso quedó estático, en silencio y simplemente
cortó. La llamada no duró un minuto; y esos 60 segundos dieron la vuelta en su
cabeza por un año...
Cuando reaccionó estaba frente a
la playa; sintió frío, se cobijó en su recuerdo y pudo dormir sonriente. Ya
entrada la noche la misma ilusión de desdicha se presentó y le dijo: no me
busques, nunca me alcanzarás, y se fue de su mente. Pasó las horas sentado y de
pie frente a un mar que se reía de su desgracia. A un cielo que cuando pasaba
por el se ennegrecía, y a un viento cálido que cuando soplaba por su lado,
helado se sentía. El pobre animal sin alma, tomó su cerveza con la mano
izquierda y se llevó la mano derecha a la cabeza, como si la única forma de
matar su tristeza estaba entre tanta maleza que se enfrascaba en sus
pensamientos. Nunca le dijeron adiós, nunca le dijeron gracias, nunca lo
besaron, nunca lo amaron, a él nunca le dieron nada. Desde ahí entendió que
simplemente ya no estaba.
Y así inicia su caminar entre
carreteras que algún lugar te ha de llevar. Así culmina su dicha al saber que nunca
sintió el amor. Así inicia su muerte al saber que la vida está llena de
fantasmas, fríos, secos, negros y olvidados. Estampados en cada noche, llena de
recuerdos tristes, como las personas que ya no conociste o como las que
perdiste por haber sido un perdedor. Un mal perdedor ayer, un peor perdedor
ahora y quizás mañana sepa perder. Como la vida misma que se pierde cada minuto
entre llantos y besos falsos. Como las caricias que se esconden entre tantas
miradas cargadas de hipocresía; como la vida misma que se llena de todo y nada
a la vez.
Han pasado los caminos y el
errante aun persigue su lejano sueño, ese que pronto se enterrará entre tanta
desconfianza y temor de la desdicha. Miedos infundados, dolores inventados. Aún
se le ve en el reflejo del mar por la noche, o aun llora por la carretera de
día. Se le ve, como pordiosero del amor que nunca encontró. De ropa negra con
mugre, después de tanto andar con su flamante sonrisa recién sacada del doctor.
Aún lo ven entre las noches de plaza, aun lo ven entre espectáculos de cine detrás
de esa mala fe, llamada hipocresía, detrás de esa malvada y desdichada mujer
llamada venganza.
Aún se le ve, con la mano al sol,
buscando esa luz que perdió una vez cuando su teléfono sonó; pero él dice que
aún sonríe, que aún siente como pasan los días entre cada mirada perdida de su
vida, entre tantas cosas que no le pertenecen. Y sí ahí está él escuchando una
vez más lo que le tocó morir para saber que primero era necesario sufrir. Y sí,
claro. Él está ahora aquí, esperando matar la desgracia y ahorcar las penas del
corazón con sus lágrimas de alguna canción que entonó antes de morir después de
sentir que su vivir nunca se igualó a su morir.(hav -11-3-13)
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