viernes, 30 de noviembre de 2012

AGUINAGA Y UN GENOCIDIO ENCUBIERTO

AGUINAGA Y UN GENOCIDIO ENCUBIERTO


Sigifredo Orbegoso V.

Los crímenes tarde o temprano se pagan. Y si no que lo digan los jerarcas – mientras estuvieron en el poder - de la Alemania nazi. Precisamente después de la II Guerra Mundial, el profesor polaco Lemkin acuñó el término “genocidio” (Del griego genos, género o raza, y del latín caedere, matar.) Y lo definió como el crimen “consistente en destruir intencionadamente grupos humanos raciales, religiosos o nacionales… y que puede ser cometido en tiempo de paz como de guerra”. La ONU en 1946 lo consideró como un crimen por el que deben ser castigados tanto los autores “principales como sus cómplices, ya sean individuos particulares, funcionarios públicos o estadistas”.

En el Perú en la época del fujimorato y siendo ministro de Salud Alejandro Aguinaga, se cometió uno de los crímenes abominables que el presidente Ollanta no ha dudado en calificar como una de las formas “más salvajes de violencia ejercida contra la mujer”. Y no le falta razón. Esta esterilización femenina se hacía bajo el disfraz de una política de planificación familiar. Lo grave era – como ha sido demostrado – que se hacía dolosamente. Se les engañaba a mujeres campesinas o de sectores pobres y con adecuados engaños se les ligaba las trompas contra su voluntad. De esta estólida manera pensaban “eliminar la pobreza” eliminando a los pobres. Tal como un antecesor de Aguinaga, hace algunas décadas, sin duda con alma de gamonal de horca y cuchillo dijo: “El problema del Indio”, se solucionaba eliminando a los indios. Es la misma lógica que esgrimió un gobernador de Texas - si mal no recordamos - quien dijo que se podía terminar con el entonces incipiente Sida, “Eliminando a balazos a los homosexuales”. Valientes reformadores de la sociedad.

Pero esta castración masiva a un sector disminuido por falto de recursos y de educación, constituye además una flagrante violación del principio de Igualdad que es una de las columnas fundamentales de toda Democracia Constitucional. Pues así como no se puede discriminar a nadie para perjudicarlo, por razón de raza, credo sexo, condición económica etc. tampoco se puede hacer excepción para favorecerlo como exigen los fujimoristas para los privilegios de su jefe condenado y de un indulto sin reconocer sus delitos menos pedir perdón por ellos.

Es evidente que estas esterilizaciones que han afectado irreversiblemente a estos sectores de la población, constituyen una discriminación dirigida malévolamente a diezmarla, mientras en ningún momento lo han intentado con las clases pudientes. Igual ocurrió con la píldora del día siguiente. Se prohibía en las postas médicas para la gente pobre mientras que las damas de las altas clases no solo podían adquirirlas en las farmacias sino recurrir al aborto si para la pildorita ya era tarde.

Lamentablemente el “médico de cabecera” de Fujimori, sin duda porque nunca falta en las fotos en la cabecera de la cama del sentenciado, pontifica sobre oncología pretendiendo objetar a especialistas de fama internacional, para obtener un indulto espurio.

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