jueves, 4 de marzo de 2010

Cuentos de don CONEJO: "LA BRUJA ES UN AVE"

Cuentos de don CONEJO.
“LA BRUJA ES UN AVE "

Por: HAAV

Siempre escuché decir a mi padre más de una vez que su abuelo le contó una historia -allá por el año 1940- que él nunca pudo comprobar. En Ascope (una provincia de la región Libertad-ubicada en el norte-), muchos creían en profecía e historias de brujos y hechiceros pero de otras partes del país. Un día un gran rumor comenzó a correr: “Marcela, la dulce abuelita del lugar era una bruja que se convertía en un bello cisne por las noches.”

Como dice un refrán, “pueblo chico, infierno grande”. Y así fue, sólo unas horas fueron necesarias para que todos cambien su forma de ver a la dulce ancianita. Ella (Marcela), nunca se molestaba y por lo tanto tampoco tenía problemas con nadie, y a muchos les costaba trabajo creen en ese “rumor”.

Con el paso de los días, la gente ya no miraba igual a la abuelita; le comenzaron a temer, evitaban pasar por su casa; otros la arrancaron de sus pensamientos y la pobre mujer de la tercera edad se quedaba cada día más sola, sus hijos muertos y ninguno de ellos les dejo nietos. Pero algo no estaba bien en ella. Porque cuando abría la puerta de su casa, su mirada decía otra cosa; ella no estaba triste. Una ligera sonrisa se dibujaba en su rostro cuando miraba el horizonte.

Un horizonte que llevaba a un lejano lago, tranquilo y hermoso. No pasó mucho tiempo cuando este rumor llegó a otro poblado y así sucesivamente, toda la provincia ya lo sabia, despertando el interés de los cazadores de brujas. Esos que no recibían una moneda por eliminar hechiceras; lo hacían por puro placer enfermizo o por algún temor fundado.

Una tarde llegó al poblado de ascope, un tipo de porte militar, nadie lo conocía y se logró hospedar cerca a la casa de Marcela. A diario anotaba cada una de las cosas que esta anciana mujer hacia, desde que abría su puerta y la cerraba. Contaba y anotaba los minutos, segundo y cada paso que daba o no daba la supuesta bruja que se convertía en ave.

Luego esa rutina se alargó a la noche, momento en el que Marcela simplemente desaparecía de su casa y no se la veía hasta el otro día a la misma hora sentada cerca a su puerta mirando el mismo horizonte cada mañana.

El pueblo comenzó a olvidar aquel rumor que se difundió meses atrás, ya casi nadie hablaba de la abuelita, todos hacían sus cosas y continuaban con sus vidas. Solo una persona le seguía los pasos a esta apacible ancianita. Cuentan los antiguos que el mata brujas era también un buen cazador y las pieles de zorro y carne de venado que vendía le permitía vivir sin problemas en esa ciudad; ese constante recorrido del cazador, lo llevó hasta el horizonte que Marcela admiraba a diario; sí pues, encontró el hermoso lago y relacionó muchas cosas, revisó su libreta de apuntes, cronometró sus tiempos y todo hacia indicar que la abuelita si era la hechicera que se convertía en cisne todas las noches. Esas noches que a veces la luna se dignaba en iluminar o simplemente cansada de que admiren su belleza no alumbraba con sus hermosos rayos de plata.

Desde ese momento (luego de seguirla 6 meses aproximadamente), se concentró nuevamente en esa anciana, la misma que sonreía cada amanecer, cuando su mirada se perdía en el horizonte. Y noche a noche la siguió; en el lago un hermoso cisne llegaba pasada las 12. Quiso hacerle un seguimiento pero su instinto lo traicionó, no soportó y en la tercera noche cuando la hermosa ave llegaba al lago él cargó su escopeta, apunto y disparó más de una vez.

La enorme ave herida, levanto vuelo sacando fuerza de sobremanera, y se alejó bajo la penumbra de la noche. Por su parte el cazador furioso rompió su escopeta ya que era la primera vez que fallaba y nunca se perdonaría el haber errado ante un objetivo enorme. Luego por la mañana, el pueblo se enteró de que el cazador había disparado a un enrome cisne y que ese pudo escapar.

Esa misma mañana la puerta de Marcela nunca se abrió. Nadie pudo mirar su sonrisa cuando se concentraba ella en su horizonte. Entonces los rumores se hacían más fuertes y todos afirmaban que la abuela sí era una bruja pero que nunca hizo daño a nadie. Luego de tres días de permanecer la puerta de la casa de Marcela cerrada, los pobladores salieron en su búsqueda y se enrumbaron al bosque que ella siempre miraba.

Ingrata sorpresa se llevaron todos, al ver a la anciana mujer desnuda y con heridas mortales de bala, aún agonizante con lágrimas en los ojos. Restos de plumas ensangrentadas rodeaban el lugar. Todos hicieron un minuto de silencio, lograron escuchar a Marcela decir: “los perdono, aunque ya nunca más podré estar entre los cuatro arboles del lago, cuídenlos porque tanto mi esposo como mis tres hijos se reencarnaron en ellos y cada noche me reunía con ellos para vivir como siempre pensamos vivir, juntos muy juntos”. Luego la anciana mujer exhaló su último aliento y dejó de existir para siempre.

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