lunes, 11 de marzo de 2013

Errante entre noches frías de cálido mar sin amor


Errante entre noches frías de cálido mar sin amor

Recuerdo que era de noche, no había frio. Él simplemente lo estaba. No tenía miedos, pero sólo uno le bailaba en la cabeza. Pasó mucho tiempo, y cuando abrió los ojos se enteró que ya lo habían olvidado. Lo penoso es que aduras penas solo siente meses y unas pocas horas pasaron. Ya no tenía chances y su miedo se apoderó de su mente, su cuerpo, su corazón en sí. Cada pensamiento bailaba con el “bum” de su acelerado corazón. Nunca caminaba por la luz desde aquella noche que lo ultimaron a palabras frías; se dio cuenta que noctambuleaba, ya no jironeaba. Simplemente ya no estaba.

Cada paso presuroso, se acompañaba de una triste mirada. Alguien lo seguía y él lo sabía. Ya no caminaba sonriente; se escondía. Andaba de murmuro en murmuro, nada claro el veía. Pero aun así estaba convencido de que sí sentía. No sabía frenar su miedo; pero tampoco quería matar su sueño. Ahí aparece un alma mala, de rostro angelical y tiernas palabras. Con la mirada perdida le dijo una vez lo encontró: “te lo dije, nunca te amé, nadie te amo y así quedarás muerto, lleno de miedos y falsas ilusiones”. Su cuerpo tembloroso quedó estático, en silencio y simplemente cortó. La llamada no duró un minuto; y esos 60 segundos dieron la vuelta en su cabeza por un año...

Cuando reaccionó estaba frente a la playa; sintió frío, se cobijó en su recuerdo y pudo dormir sonriente. Ya entrada la noche la misma ilusión de desdicha se presentó y le dijo: no me busques, nunca me alcanzarás, y se fue de su mente. Pasó las horas sentado y de pie frente a un mar que se reía de su desgracia. A un cielo que cuando pasaba por el se ennegrecía, y a un viento cálido que cuando soplaba por su lado, helado se sentía. El pobre animal sin alma, tomó su cerveza con la mano izquierda y se llevó la mano derecha a la cabeza, como si la única forma de matar su tristeza estaba entre tanta maleza que se enfrascaba en sus pensamientos. Nunca le dijeron adiós, nunca le dijeron gracias, nunca lo besaron, nunca lo amaron, a él nunca le dieron nada. Desde ahí entendió que simplemente ya no estaba.

Y así inicia su caminar entre carreteras que algún lugar te ha de llevar. Así culmina su dicha al saber que nunca sintió el amor. Así inicia su muerte al saber que la vida está llena de fantasmas, fríos, secos, negros y olvidados. Estampados en cada noche, llena de recuerdos tristes, como las personas que ya no conociste o como las que perdiste por haber sido un perdedor. Un mal perdedor ayer, un peor perdedor ahora y quizás mañana sepa perder. Como la vida misma que se pierde cada minuto entre llantos y besos falsos. Como las caricias que se esconden entre tantas miradas cargadas de hipocresía; como la vida misma que se llena de todo y nada a la vez.

Han pasado los caminos y el errante aun persigue su lejano sueño, ese que pronto se enterrará entre tanta desconfianza y temor de la desdicha. Miedos infundados, dolores inventados. Aún se le ve en el reflejo del mar por la noche, o aun llora por la carretera de día. Se le ve, como pordiosero del amor que nunca encontró. De ropa negra con mugre, después de tanto andar con su flamante sonrisa recién sacada del doctor. Aún lo ven entre las noches de plaza, aun lo ven entre espectáculos de cine detrás de esa mala fe, llamada hipocresía, detrás de esa malvada y desdichada mujer llamada venganza.

Aún se le ve, con la mano al sol, buscando esa luz que perdió una vez cuando su teléfono sonó; pero él dice que aún sonríe, que aún siente como pasan los días entre cada mirada perdida de su vida, entre tantas cosas que no le pertenecen. Y sí ahí está él escuchando una vez más lo que le tocó morir para saber que primero era necesario sufrir. Y sí, claro. Él está ahora aquí, esperando matar la desgracia y ahorcar las penas del corazón con sus lágrimas de alguna canción que entonó antes de morir después de sentir que su vivir nunca se igualó a su morir.(hav -11-3-13)

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