viernes, 30 de octubre de 2009

Que viva la jarana criolla del Perú señores.

Con mucha pena veo pasar a nuestra maltratada identidad nacional musical por estas fechas, aplastada por una estratégica compra de medios que vende muy bien “el día de las brujas”. Primero lo comercial internacional y luego lo nacional, niños pidiendo caramelos desde el pudiente hasta “el sobreviviente”; fiestas con luces, mascaras y horas locas por sobre jaranas con cantautores que ya partieron o con los que aun quedan, eso se ve cada día menos; esto ya parece más una condena para nosotros los peruanos, que solo nos acordamos de lo nuestro-musicalmente hablando- cuando tenemos más de una copa encima.
Ya no hay jaranas como las de antes como se hacían en casa, cajón, guitarras y hasta cucharas para cantar y bailar un vals, o un negroide y todo lo que se podía vivir en cada una de esas jaranas que en casa eran fijas cada cumpleaños de papá o de mamá. Yo aun niño por entonces, pero las añoro con toda el alma. A eso súmale los platos criollos, el pescadito sudado, el pato guisado, el caldo de gallina. Todo eso se ha perdido.
Hoy, cuando el criollismo sufre lentamente la pérdida de los más importantes representantes nacionales, también sufre el olvido de otros “anónimos” valores que nunca sonaron en la radio ni en la tele, pero que en cada pueblo o distrito la rompían. Hasta ellos están partiendo. A ese ritmo el criollismo solo quedará plasmado en escritos secuenciales, cronológicamente narrados para dejar constancia que un pueblo autóctono murió en identidad.
Y así nació otra comunidad, llena de noches de brujas y caramelos, con caras pintadas y disfraces que solo los impone el inquisidor y destructor de culturas - el monopolio -. Pobres niños que no saben hablar pero que ya saben de la noche de brujas, que no saben quien es “Jaimito” (el pícaro peruano que nunca faltaba a una jarana), pero ya piden un disfraz y salen a exponerse a todo lo malo que la selva de cemento puede ofrecer. Esa comunidad ya creció y se extiende muy rápido gracias a los medios de comunicación que han sabido someterse por unos cuantos “reales” para aplastar el nivel de comprensión de nuestros débiles conciudadanos.
Y ahora que mi hija vive un mundo sin brujas, me preocupa solo el pensar que será de sus hijos en este acelerado mundo que acorta distancias culturales o simplemente las consume o elimina. Que será de nuestra música nacional, que lentamente pierde carrera o piso entre sonidos y lenguajes sonoros del viejo mundo, hacia un mundo que ya no es nuevo en el tema de brujas y calabazas.
Que viva la jarana criolla del Perú señores.

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