sábado, 8 de octubre de 2011

MALDITA SOCIEDAD

Historias de un conejo






Ahí estaba ella, muerta, sin vida, sin corazón. Sus lágrimas eran como el viento. Su mirada llena de odio quería estrellarse en un nuevo amor. Y si ya lo tenía, lo ocultaba bien. Nadie se enteró de sus sueños amatorios en brazos de otro. Escondió su nuevo amor con odio a su "amor", y nadie miró para adentro, todos se dejaban engañar.




Ahí estaba él, muriendo cual poeta sin tinta, cual poema sin sentido; negro, como el café de cada madrugada, cuando buscaba una luz y esperanza entre tanta mentira. Sólo aprendió a mirar, a escuchar y su odio contener, porque no quería ver sufrir a los suyos, los que nunca supieron que él los amaba. Pese a ello, todos le dijeron que era el único culpable de su propia tristeza.




Con más enemigos que amigos, decidió enfrentar esos momentos con pequeñas alegrías que el dios sol regalaba cada dos mañanas frias. Su vida se convirtió en un interruptor que funcionaba con la única corriente de vida que él tenia. Cada recuerdo de su pasada vida. Cada minuto de su constante "ayer", cada sonrisa que nunca fue para él. Y hasta con cada mirada llena de odio que recibía.




Ambos aparentaban estar muertos, pero sólo ella vivía su propio idilio de amor a escondidas, mientras que él, miraba segundo a segundo cada momento de la vida que se le apagaba cual vela vieja...Se negó a mirar más allá de una simple canción que ella entonaba con emoción moribunda luego de recibir mensajes y llamadas a escondidas.




No había tregua en todas las batallas, el cadáver luchaba contra la muerte, siempre terminaba muerto, pero revancha tendría cada dos días cuando el sol lo revivía. Sonrisa que nunca olvidará, porque era angelical, tierna y sincera; como de niñas que muerieron ayer cuya fuerza ilumina siempre el mañana. Su alma nunca daba tregua y resistía embates llenos de odio y sed de venganza.


Como si el mundo lleno de padres y hermanos enfurecidos habian decidido terminar con este juego. El juego que sus mentiras habian creado.




No duró mucho en darse cuenta que nunca saldría de la tumba en la que lo habían enterrado, y comprendió que pese a estar condenado, su fortaleza rebelde nunca apagarían y su terquedad en un solo amor nunca destrozarían. Así murió el poeta sin tinta, embarrado de mentiras y odios gratuitos, como se vive en la actualidad en esta maldita sociedad.

Escrito por alviho 8/10/11

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