lunes, 26 de enero de 2009

La Marinera.

La Marinera.

Bellos movimientos, coquetería y elegancia, hacen vibrar a más de uno.

Por alviho.

En algún diario leí una vez que la marinera es de los trujillanos, luego leí que el que no bailaba marinera no era trujillano y otras cosas, que causaron mucha gracia en mi. Soy trujillano pero no bailo marinera, me gusta el shambar, pero también la mazamorra, no por eso me dirán limeño. Pero lo que sí quiero afirmar que a mi me apasiona la marinera pese a no bailarla, y es que la marinera le pertenece a quien la siente, la vive y la tiene presente como el baile bandera de nuestra peruanidad.

Pero si me piden describir como es que yo siento ese baile intentaré hacerlo desde las butacas. Suenan las tarolas, repican con más intensidad, y de pronto un sonido grueso y seco despierta mi corazón, es la entada de una las tantas marineras trujillanas que suenan siempre en el concurso nacional de marinera que organiza un club cada año en esta cálida ciudad. Clarinetes, trompetas y tubas, hacen que mis oídos vibren y la armonía de esos sonidos mezclados en tres minutos de contante conjunción, hacen que mis pies se trasladen a la pista de baile e imaginariamente ser uno de esos jóvenes participantes que dejan todo en el coliseo cerrado “Gran Chimú”.

Y para avisarme que la música que interpreta la banda de la trigésima división de infantería del ejercito peruano destacado en Trujillo, esta en todo lo alto de su ebullición, suenan los platillos una y otra vez, como si en mi interior se grita, marinera, marinera y marinera. Ya veo a mi hija en ese lugar haciendo lo que quizá yo no pude hacer, bailar en un concurso de esos. Ojalá Dios me de vida para saber si eso sucederá. Pero no todo queda con los platillos, falta el trombón de vara que con su mítico sonido-parecido al de un pututo- hace que pies descalzos y con calzado, jugueteen en un piso de parque soporta por cuatro días la presencia de bailarines de corta edad y de gloriosa vida. Es que eso motiva la marinera.

Pensé en describir lo que yo sentía, pero al final descubrí que lo mismo sienten todos aquellos que saben que la marinera es de todos-los que la bailan y los que no-. Ahí se pone en juego el sentimiento más peruano y la tradición de un lugar como este rinconcito de tierra llamado Trujillo. Donde el pañuelo blanco, el shambar, las olas del mar y el sonido de la marinera hacen grande a cada uno de nosotros que sentimos lo nuestro como propio y lo conservamos para el futuro y para recordar el pasado.

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