viernes, 16 de enero de 2009

Un día en busca de TRABAJO.

Un día en busca de TRABAJO.

Cuando aún no terminaba la secundaria, me preguntaba siempre que sería de mi vida. Mis padres podrán pagarme la universidad?, deberé trabajar para ayudar en casa?; siempre fueron mis preguntas más interesantes que nunca pude responder o mejor dicho las dejé siempre para el final.

Pasó mucho tiempo, terminé el “cole” y pude seguir en la universidad, afortunadamente nunca busqué empleo y trabajé desde muy joven en mi profesión. Es decir, no tuve esa experiencia de salir a buscar un empleo, de "comerme" los diarios dominicales y caminar calle por calle en busca de direcciones que ni yo sabía que figuraban en un mapa de mi ciudad.

Cuando mi suerte terminó y perdí un empleo (y pensar que siempre me di el lujo de dejar ofertas porque pensé que mi suerte era eterna), me ahogué en un vaso lleno de dudas, las mismas dudas que me planteé cuando aun era estudiante. Así empieza una historia común y que se vive a diario en mi ciudad, en mi país, y creo que en toda Sudamérica.

Primer día: cinco de enero

Sonó mi despertador, eran ya las seis de la mañana, desperté y corrí a la ducha. Mi mente me engañaba con la hora, unos minutos para vestirme, otros para desayunar algo rápido y salir. ¿Salir?, fue mi pregunta cuando terminaba el desayuno, ¿para dónde si ya no tengo empleo?, regresé al departamento rentado donde aún mi esposa y mi hija dormían y me puse a leer uno de mis libros preferidos: ALTAZOR.

No reparé en la hora y dieron ya las ocho de la mañana, la media hora que usaba para llegar a mi trabajo se pasó mas rápido de lo que yo esperaba. Me tomé el tiempo para hacer un desayuno a mi estilo, con jugo de naranja y todo eso, aprovechando que mis provisiones aun existían en mi refrigerador.

Por el resto de la mañana se me hacía increíble que podía estar jugando mi hija o en casa charlando algo con mi esposa y hasta que dio la hora de almorzar. Recuero que a golpe de las 13 horas o simplemente la una de la tarde, salía como loco a casa para llegar a almorzar con mi familia o simplemente buscaba algo para comer por mi trabajo para ganar tiempo regresar a la oficina.

Ese día fue diferente, muy diferente, entonces me hice a la idea que unas vacaciones-forzadas pero vacaciones en realidad- no me caería nada mal, claro con el detalle que no saldría fuera del país ni mucho menos viajaría por alguna ciudad del Perú. Entonces tomé ese momento como unas simples vacaciones. Y no dudé en terminar con las horas de ese día lunes cinco de enero fuera de casa con mi esposa y mi hija, comiendo helado, caminado y hasta comprando algo que la verdad no sabía porqué la compraba en uno de esos MALL que venden cosas chinas por montón.

Y así pasaron los días hasta que se terminó la primara semana si saber nada de un trabajo, ni yo me preocupaba por buscar alguno. Pero ya cuando el sábado cerraba lo ojos y los cuerpos esperaban el domingo en alguna discoteca bailando hasta el cansancio, mi cerebro activó un sistema de cuenta regresiva con muchos mensajes subliminales: Se termina el mes, busca empleo, tu hija necesita alimentos, quien pagará las rentas y servicios…entre otros que la verdad ya ni los recuerdo peri si sé que nunca me dejaron dormir tranquilo.

Un domingo 11

Cuando ese día llegó fui el primero en salir a la calle a buscar un puesto de diarios y comprar alguno, ya no para leerlo como antes, pero de hecho tenía que leerlo de una manera diferente. Con la pijama puesta y unas alpargatas de adulto, regresaba a mi “depa” rentado, pensado en esos domingos en los que el repartidor de periódicos me dejaba los diarios en casa, claro los podía pagar; ya en casa lo primero que hacia era discriminar a la sección clasificados o a la sección “B” del diario donde sólo salían anuncios de empleos.

Ese domingo, los clasificados y esa bendita sección B, fue lo único que me interesó, necesitaba un empleo y lo debía conseguir de todas maneras. Comencé a leer: ayudantes de cocina-nunca aprendí a cocinar, con las justas y hago el arroz pero con ayuda de una olla arrocera-; almacenero, fácil que podía hacer ese trabajo pero la paga no me convencía: 500 soles no más, es decir unos 150 dólares por mes aproximadamente.

Y así pasé mis horas leyendo al milímetro cada uno de esos cuadriculados anuncios donde buscaban a gente hasta para mantenimiento, vigilantes, jardineros, técnicos dentales, profesores de colegio, instituto, operarios de maquinaria pesada entro otros, y me preguntaba porque dicen que no hay trabajo en el Perú?. Si la sección empleos es la más extensa en este diario. Pero bueno lo que interesa es que sí encontré ofertas para lo que yo estudié con esfuerzo de mis padres en una universidad.

Lunes 12

Sabía que de ésta semana dependía mucho mi futuro laboral, mis padres y familiares más cercanos estaban ya preocupados y buscaban siempre la forma de alentarme y me enseñaban a tener paciencia, pero yo sabia que con eso mi hija no se alimentaría ni mucho menos podría vivir fuera de un entorno familiar donde los abuelas de mi hija pudieran convivir con nosotros. Salí a postular y postular, mis hojas de vida y currículos habían sido repartidos como invitación a “fiesta chicha” (manera de decir en el Perú que los repartí por todos lados).

Con cada ada minuto que pasaba, la angustia se apoderaba de mí, el temor a no encontrar un empleo que me permita mantener a mi familia me consumía muy rápido y así soporté todos los días en los que busqué empleo. Los días soleados eran los que más me molestaban, claro porque salía con terno, con mi currículo y definitivamente el sol si me molestaba.

Llegaba a casa y preguntaba si me llamaron de algún trabajo al que postulaba y la respuesta era: NO, pero ten paciencia ya te llamarán!, escuchaba de mi esposa que también se desesperaba pero nunca lo daba a notar porque es una mujer de carácter fuerte y fácilmente no se dobla ante las adversidades de la vida y del amor.

El martes y el miércoles fueron igual de catastróficos para mi, salía en la mañana, por la tarde y a veces por la noche, todo por un empleo hasta de recepcionista en un hotel de amoríos rápidos, si esos moteles donde el sexo se disfruta por horas. Toda esa búsqueda me dejó una gran enseñanza, aprendí a valorar muchas cosas que yo había dejado pasar por alto sin ninguna intensión, pero que entendí que debía de reparar lo más pronto posible, y en eso estoy también ahora.

A veces cuando uno se entrega a su trabajo no siempre obtiene los premios por mérito, si no que a veces se malinterpretan tus intensiones y simplemente pierdes todo. Que los amigos en el trabajono existen, es muy cierto. Ellos solo son compañeros de trabajo con los que debes llevarte bien, y nunca hables de ellos aunque sean estos quienes dediquen horas de su trabajo para hablar de ti, ya sea para bien o para mal; si haces algún comentario piénsalo mucho antes de decirlo y lo más importante trata de llevarte bien con todos, porque solo así podrás hacer tu trabajo y cumplir con las funciones que se te encomendaron.

Olvidaba escribir algo: si crees que es también oportuno compartir horas de recreación con ellos piénsalo bien porque al final todos quieren un ascenso y en Perú no existe una cultura de antigüedad, de conocimiento o mérito propio para subir peldaños, y a veces entre copas uno suelta la lengua apagando toda expectativa de crecimiento en tu empleo.
"Los de abajo siempre jalarán al de arriba y así nunca nadie llegará lejos, para seguir jalando al resto hacia lo más alto de lo quieran llegar", lo escuché de un ingeniero civil que hizo su maestria y doctorado en la Alemania socialista, él solo tenía 30 años.

El FINAL

Solo cuando recuerdo, esos momentos en los que tenía que dar exámenes, hacer fila para esperar una entrevista personal o simplemente comprar una base para postular a un empleo, entiendo la situación de muchos otros miles de compatriotas que trabajan y después “cachuelean” en lo que se pueda para completar los mil 500 soles de canasta familiar en nuestra ciudad.

Pero al final me siento bien porque el haber hecho todo eso me ayudó a conocer nueva gente, oficinas, tratos humanos, y sobre todo pude comer mi raspadilla (una forma de helado pero con hielo triturado, mezclado con colores y glucosa) y conversar con ellos en cualquier calle donde se podía comer; viajar en buses y micros a distritos que había dejado de visitar y sobre todo ver sonreír a la gente que pese a sus problemas tienen un minuto de su vida para recordar lo más grato que les ha pasado y compartirlo con un AMIGO DE VERDAD.
En este tiempo de preguntas y búsquedas de trabajo, debo reconocer dos cosas, que muchos jóvenes se atrevieron a compartir su solidaridad con este servidor, alumnos con los que trabajé en clase, y los que ya dejaron de ser alumnos, los alumnos del laboratorio de sonido, todos ellos me llamaban me saludaban y me alentaban sus comentarios eran tan reconfortantes que si menciono los nombres de cada uno, esta publicación se haría más extensa. Solo a ustedes chicos les doy mi eterna gratitud, al igual que a dos personas que tambien me mostraron su tristeza cuando sali y su alegría cuando regresé, de verdad gracias.
Sí, ahora yo regresé a mi antiguo empleo otra vez y no sonrío por eso, sino porque se que pronto podré contarle esto a un amigo de verdad.

1 comentario:

Anónimo dijo...

"profe" admiro su calidad humana... éxitos!