miércoles, 9 de enero de 2013

A PROPÓSITO DE LA CRISIS DE AUTORIDAD


A PROPÓSITO DE LA CRISIS DE AUTORIDAD

Sigifredo Orbegoso V.

Cuando sostenemos – no ahora sino hace tiempo – que en el Perú existe una “Penosa crisis de Autoridad”, sabemos que algunos no comparten la idea y otros se sienten aludidos. En cualquiera de los casos es una tesis que democráticamente la podemos discutir. Si se demuestra que estamos equivocados y cuál es la valedera en buena hora por el bien del país y de nuestras ciudades.

Tres cosas se necesitan para la buena marcha de una colectividad organizada en un Estado: Una Estructura Institucional, un Sistema de normas jurídicas, y Autoridades. Cuando las tres funcionan en forma idónea no habrá problemas de convivencia pacífica de la colectividad.

Mal que bien nosotros tenemos  normas e instituciones. Pero ¿qué pasa con las personas que en esas instituciones ejercen el rol de “Autoridades” con funciones asignadas por ley? ¿Las cumplen y las hacen cumplir?

De acuerdo al ejemplo que pusimos en nuestro comentario anterior: “El tránsito vehicular”, podemos reiterar que tenemos un Reglamento Nacional de Tránsito con normas que son internacionales y que en otros países se cumplen ¿por qué no en el nuestro? ¿De quién depende? ¿Por qué en muchas  ciudades nuestras existen por ejemplo esas gibas llamadas agresivamente “rompemuelles” que se han sembrado a diestra y siniestra, sin ton ni son, en algunos casos cada 50 mt. y pésimamente construidas a propósito para dañar a los vehículos? ¿Quién responde por estos daños o por los accidentes fatales que han causado? En otros países hasta existen abogados especialistas para cobrar indemnizaciones a la autoridad responsable.

 De acuerdo al  Reglamento señalado esas elevaciones se llaman “resaltos” y son “excepcionales”. No deben medir más 5 ctms. Tener forma adecuada y estar precedidas  de una señal que la anuncie 50 mt. antes. ¿Se cumple con estas normas? No ¿Por quién? Por las autoridades pues. Un estudio publicado hace algún tiempo por “El Comercio”, en el caso de Lima, demostró que el 64% de estos estrambóticos obstáculos viales eral “Ilegales”. Es decir, cada hijo de vecino  le daba la gana ponía “su” rompemuelles en su calle sabiendo que nadie le dirá nada, menos lo sancionará. En la publicación indicada  expertos y técnicos explicaban los daños que causaban estos obstáculos a los automotores así como gastos extras en combustible, pérdida de tiempo, etc. sin ningún beneficio significativo salvo en los casos reglamentarios.

Cuando en algunas ciudades latinoamericanas como las nuestras, en más de una oportunidad he alabado sus pistas añadiendo: “y lo bueno que no tienen rompemuelles”, el conductor de mi movilidad me decía: “Qué es eso señor”. Yo le explicaba cómo eran. Entonces me replicaba: “Y usted de dónde es”. Le respondía: “Del Perú”, mirando a otro lado.  (Capítulo aparte merece el problema de las “Tranqueras” por las que se han apropiado de la vía pública, convirtiendo las calles en sus garajes, en sus patios para que jueguen sus hijos, o condominios, en grave transgresión de la Constitución y las leyes contra la libertad de circulación. Las autoridades, bien  gracias.)

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